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LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA

“Jehová no se había olvidado de mí”

“Jehová no se había olvidado de mí”
  • AÑO DE NACIMIENTO: 1922

  • PAÍS: ESPAÑA

  • OTROS DATOS: EXCATEQUISTA

MI PASADO:

Nací en un barrio de clase media de la ciudad de Bilbao, en el norte de España; soy la segunda de cuatro hijas. En casa éramos católicos devotos y asistíamos a misa todos los días. A los 23 años me hice profesora. Esa era mi vocación y me dediqué a ella por cuarenta años. Entre otras materias, daba clases de Religión, lo cual me hacía sentir muy orgullosa. Además, por las tardes era catequista y ayudaba a las niñas a prepararse para su primera comunión.

Después de doce años de feliz matrimonio, quedé viuda y tuve que hacerme cargo de nuestras cuatro hijas. Tenía apenas 33 años. Aunque intenté encontrar consuelo en mi religión, no encontraba respuestas a mis preguntas: ¿Por qué seguimos muriendo si Jesús nos libró de la muerte? ¿Por qué le pedimos a Dios que venga su Reino si los buenos van al cielo? Y, sobre todo, si Dios nos juzga cuando morimos, ¿por qué tenemos que salir del cielo, del purgatorio o del infierno para el juicio final?

Les hice estas preguntas a varios sacerdotes. Uno de ellos me contestó: “No lo sé. Pregúntale al obispo. Además, ¡qué más te da! Tú crees en Dios, ¿no? Pues ya está”. Seguía buscando respuestas, así que asistí a conferencias de jesuitas, pentecostales y gnósticos, pero ninguna de sus respuestas me satisfacía.

LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA:

Ya tenía yo más de 60 años cuando una de mis alumnas, de tan solo siete, me invitó a una reunión de los testigos de Jehová. Aunque me gustó lo que vi y oí, tenía una vida muy ocupada, así que no volví a contactar con ellos. Dos años después, una pareja de Testigos llamados Juan y Maite llamaron a mi puerta. Estuvieron tres meses contestando mis preguntas, hasta que por fin empezamos a estudiar la Biblia.

¡Cuánto deseaba que llegaran los Testigos a darme clases! Investigaba todo con cuidado usando tres traducciones de la Biblia para asegurarme de que era verdad lo que me enseñaban. No tardé en darme cuenta del error en que viví tantos y tantos años. Me sorprendió la gran diferencia que había entre lo que yo creía y lo que decía la Biblia. Pero estaba abrumada; sentía como si mis creencias fueran un gran árbol que estuvieran arrancando de raíz.

Sabía que había encontrado un tesoro

Entonces, mi segundo esposo enfermó de gravedad y murió. Por esa época me jubilé y me fui de Bilbao durante una temporada. Juan y Maite también se mudaron. Lamentablemente, dejé de estudiar la Biblia, pero muy dentro de mí sabía que había encontrado un tesoro y nunca me olvidé de él.

Veinte años después, cuando tenía 82 años, Juan y Maite regresaron a Bilbao y me visitaron. ¡Qué contenta me puse! Me di cuenta de que Jehová no se había olvidado de mí, así que retomé el curso bíblico. Juan y Maite fueron muy pacientes conmigo, pues siempre les hacía las mismas preguntas. Necesitaba oír una y otra vez los argumentos de la Biblia para poder romper los lazos emocionales que me ataban a mis anteriores creencias. Además, quería saber cómo explicarles la verdad a mi familia y amigos.

Por fin, a los 87 años, me bauticé en una asamblea de los testigos de Jehová. Fue el día más feliz de mi vida. Todos los que íbamos a bautizarnos escuchamos una hermosa conferencia. Las palabras del orador me conmovieron hasta las lágrimas. Era como si Jehová me estuviera hablando directamente a mí. Tras el bautismo, muchos Testigos vinieron a felicitarme, a pesar de que la mayoría ni me conocía.

QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO:

Siempre he sabido que Jesús es “el camino” (Juan 14:6). Pero estudiar la Biblia me permitió conocer mejor a Jehová, aquel a quien Jesús nos dirige. Ahora puedo orarle como mi amado Padre y Amigo. Leer el libro Acerquémonos a Jehová * ha marcado un antes y un después en mi vida. La primera vez lo leí en una sola noche. Me conmovió muchísimo aprender lo misericordioso que es él.

Cuando pienso en mi larga búsqueda de la verdad, recuerdo las palabras de Cristo: “Sigan pidiendo, y se les dará; sigan buscando, y hallarán; sigan tocando, y se les abrirá” (Mateo 7:7). Ahora que he encontrado las respuestas que tanto deseaba, las comparto con otros y eso me hace feliz.

Aunque ya tengo 90 años, en sentido espiritual me siento una jovencita. Cada vez que voy al Salón del Reino es una ocasión especial: aprendo cosas valiosas y disfruto de estar con mis queridos hermanos. Deseo volver a ser maestra en el Paraíso terrestre que Dios ha prometido (Revelación [Apocalipsis] 21:3, 4). Y sobre todo ansío volver a ver a mis seres queridos que han fallecido (Hechos 24:15). A ellos también podré enseñarles la verdad y contarles sobre el hermoso regalo que Jehová me dio en mi vejez.

^ párr. 15 Publicado por los testigos de Jehová.